El primer fin de semana de julio unos compañeros del GER se fueron a hacer barrancos a Huesca. Así nos lo cuentan:
“Una nueva edición de familibarrancos; esto es, irse de barrancos en familia. Pero como algunos miembros son todavía muy jóvenes para enfundarse el neopreno, un día va de barrancos papá y el siguiente mamá. Y los niños disfrutando con sólo tirar piedras al río.
El barranco del sábado es Jardín, en el valle de Hecho (Huesca). Una dura aproximación de casi dos horas nos deja en un entorno inigualable, tanto por lo paisajístico como por lo geológico. El barranco comienza en unas areniscas y conglomerados rojos, al pie de unas paredes de caliza con estratos casi verticales. Praderas verdes y pequeños pinos completan este regalo para la vista. El descenso es largo, podría decirse que falto de continuidad, con tramos de andar y rápeles bonitos pero no espectaculares, a excepción quizás de un R40, el más largo y comprometido con fuerte caudal. No es el caso y se disfruta. Las instalaciones, minimalistas en el inicio, van mejorando algo con el descenso. Un encajamiento final, 10 minutos antes de alcanzar el coche, deja un buen sabor de boca. ¿Merece la pena? Sí. ¿Repetimos? Quizás dentro de 20 años…
El domingo nos vamos al Forcos. Este ya lo conocemos. Pocos inicios como el suyo, con un salto a lo oscuro, vegetación colgando y paredes goteando. Un descenso sencillo, con poco caudal, donde a poco que guste saltar no hace falta usar la cuerda. Flysch marcado, roca que agarra. Y quizás lo más espectacular es lo que no hay. Casas abandonadas y hundidas, desiertos humanos. Estamos en la Huesca más despoblada, donde son más los pueblos abandonados que los habitados.
Y los niños, jugando. ¿Habrá neopreno para los mayores el año que viene?”